El desarrollo iguala la mala salud del planeta

El desarrollo iguala la mala salud del planeta

Las enfermedades no transmisibles, como las cardiovasculares y el cáncer, causan el 71% de las muertes del mundo.

Mientras el mundo vive pendiente de pandemias como la de la covid, la viruela del mono, la gripe aviar o el VIH, la realidad es que son las enfermedades no transmisibles como las cardiacas y el cáncer las que causan el mayor número de muertes globalmente. Concretamente, el 71% de los fallecimientos totales, según el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

De esos 41 millones de defunciones, las enfermedades cardiovasculares representan casi el 44% (unos 18 millones), seguidas por las oncológicas (9 millones), las respiratorias (3,9 millones) y la diabetes (impulsada por el sobrepeso, 1,6 millones), según la OMS.

Hace apenas 150 años, las enfermedades infecciosas -tuberculosis, malaria, disentería, gripe, y otras causadas por bacterias, virus, hongos– eran las causantes de la mayoría de las muertes del planeta. Pero “los países en desarrollo están en una transición, saliendo de las enfermedades transmisibles a incorporándose a las no transmisibles”, dice Andrés Íñiguez, presidente de la Fundación Española del Corazón, quien recalca que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en países como España –“también entre las mujeres”.

Y esa tendencia se acelera. Los datos de  Index Mundi, una organización que se dedica a la recogida de datos estadísticos, muestran que en 2019 solo en 25 de los 180 países analizados, las muertes por enfermedades transmisibles sumadas a las perinatales eran más del 50% del total. En 2010 estaban en esa situación 39 naciones. En ambos años, se trataba de países africanos, donde a las infecciones que se podrían llamar tradicionales se sumó a finales del siglo pasado el impacto del VIH.

Ese cambio en el grupo de las enfermedades más mortales tiene dos factores clave. En la reducción de las defunciones por las contagiosas, están logros como la depuración de aguas, los antibióticos y otros biocidas y las vacunas. Y en el aumento de las transmisibles es determinante el envejecimiento, pero también los cambios de hábitos.

Si se mide por la esperanza de vida ganada, ese cambio favorece a los seres humanos, cada vez más longevos de media. Íñiguez expone: “la mortalidad [por enfermedades no transmisibles] baja en general por los mejores tratamientos, pero sube la morbilidad [número de afectados]”.

Enriqueta Felip, presidenta de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), coincide con ello, pero señala que, dentro de esa evolución general, hay dos aspectos muy relevantes. El primero, la desigualdad en el acceso a las terapias. Es lo que la oncóloga define como el impacto del código postal, un fenómeno que explica que en lugares con mayor renta la mortalidad sea menor porque hay mejor acceso a las novedades terapéuticas. Y si eso es así dentro de un país como España, la brecha entre países ricos y pobres o dentro de estos últimos es mucho mayor, recalca Íñiguez.

El impacto del cambio de hábitos, lo que podría calificarse como una occidentalización de dietas y modelos de vida, se ve claro en el impacto de la obesidad, que está detrás de la diabetes, distintos cánceres y enfermedades cardiacas. Esta “va en aumento en nuestros países y en los menos desarrollados”, afirma Alberto Lecube, vicepresidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), y ello “tiene que ver con cambios” que se extienden con el desarrollo económico, “como el sedentarismo”.

Hay otra amenaza que gana protagonismo, aunque su impacto en cuanto en número de muertes no sea tan elevado. Como puso de manifiesto la pandemia de la covid, en todo el mundo hay un déficit importante en la atención a las personas con problemas de salud mental, apunta Marina Díaz, jefa de sección del Hospital Clínico de Madrid. Díaz considera que el impacto de estos trastornos es más uniforme entre los países, al margen de su nivel de desarrollo. Pero también considera que “el aumento de casos va acompañado de una menor letalidad asociada. Los hay en personas muy graves que con los tratamientos que tenemos pueden hacer una vida normal”.

Todos los especialistas coinciden en que en muchos casos hay una regla sencilla para reducir el impacto de las enfermedades no transmisibles: no fumar, beber la menor cantidad de alcohol posible, llevar una buena dieta y hacer ejercicio. Pero se trata de comportamientos que cuesta poner en práctica.

Y, además, hay algo que no se puede olvidar: hagan lo que hagan, las personas son mortales por definición. Se trata de que el final llegue lo más tarde y en las mejores condiciones posibles.

Emilio de BenitoSenior Advisor de LLYC

Emilio de BenitoSenior Advisor de LLYC